Al hablar de su padre, la voz de Maura Flores se rompe en mil pedazos, que van por el aire como un grito de justicia. Ella, periodista, solo quiere una cosa: “No quiero venganza, solo justicia”.

Lo dice una y otra vez, mientras sostiene una fotografía de su padre Carlos Flores, quien tenía 67 años cuando perdió la vida el 8 de mayo de 2024. Esa mañana salió, como de costumbre, a caminar por las calles del Ensanche Espaillat, sin saber que sería su última vez.

Eran las 8:13 a. m. cuando fue embestido por una pasola negra. El impacto fue brutal. Según testigos, el conductor -identificado como Jeffry Núñez King– no solo lo atropelló, sino que lo arrastró durante varios metros. Carlos se desplomó, vomitando sangre y se desangró por la boca, la nariz y los oídos.

El joven pasolero huyó a toda prisa, y más tarde le confesó a su madre que “había atropellado a un anciano y creía haberlo matado”.

La noticia corrió rápido en el barrio, vecinos y conocidos se acercaron a la familia para dar el pésame y ofrecer videos del incidente captados por cámaras de seguridad.

“No podíamos creerlo, todo estaba documentado”, cuenta Maura. Con el paso de los días, la indignación comenzó a reemplazar el duelo y algunos testigos se retractaron, las cámaras dejaron de estar disponibles y los videos, misteriosamente, nunca llegaron al Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif).

Jeffry se entregó a las autoridades, pero según relatan familiares, fue recibido “como si nada”, en un ambiente de burla y camaradería dentro de la Digesett. Durante la primera audiencia, celebrada apenas dos días después del accidente, la indignación creció cuando el juez decidió dejarlo en libertad bajo presentación periódica y una garantía económica. No se exigió carta de trabajo, ni arraigo, ni antecedentes judiciales.

“Sonrió durante la audiencia”, recuerda Maura con los ojos llenos de rabia. “Y afuera, empleados de una estación de combustible nos dijeron que aquí hay una mafia, que todo se arregla”.

La periodista ha llevado durante un año una lucha agotadora por mantener vivo el caso de su padre arrollado. Ha enfrentado un sistema que, en sus palabras, “no está hecho para proteger a las víctimas, sino para cansarlas”.

Entre lágrimas, confiesa: “Perdí a mi papá de la forma más cruel y desde entonces, he tenido que pelear contra un sistema que desaparece pruebas y protege al agresor por sus vínculos e influencias.”

Los familiares aseguran que el expediente está incompleto, ya que faltan documentos, videos y respuestas; y además, sobra el miedo. “Hay más víctimas de Jeffry, pero no quieren hablar: les da miedo y dicen que su familia tiene poder”, comenta un pariente que pide anonimato.

Otro accidente

De hecho, seis meses antes de arrollar a Carlos FloresJeffry habría atropellado a otra persona dejándola con secuelas psicomotoras. Pero a pesar de ese antecedente, ni el Ministerio Público ni los tribunales parecen interesados en profundizar, apunta Maura.

El juicio de fondo se encuentra estancado, mientras Carlos Flores yace hoy en una tumba con una promesa escrita en cada visita: “No vamos a rendirnos”.

Su familia sigue preguntándose cómo es posible que alguien pueda matar, huir y seguir su vida como si nada. “¿Cómo una jueza deja en libertad a un reincidente sin arraigo, sin garantías, sin casco, sin licencia y que abandonó a su víctima?”, se preguntan.

A un año del hecho, lo que comenzó como una tragedia se ha transformado en un símbolo de lucha para una familia que se niega a olvidar.

“No vamos a dejar que borren a mi padre como si fuera un número más”, dice Maura, con firmeza. “Si el sistema no hace justicia, que al menos quede claro que no nos vamos a callar.